La inflación acumulada en la UE y EEUU en el 2021 superaba el 8%; cifra que no se veía desde hace más de 20 años. La inflación mundial por el aumento de las energías fósiles, los fletes y las materias primas se ha disparado por diferentes motivos, en especial por la invasión de Rusia a Ucrania. A esto debemos sumarle lo que hoy conocemos como la inflación verde, que no es otra cosa que el aumento en los precios de la energía, provocado por efectos de sustitución o transición de energías fósiles por renovables o verdes.
La subida de los precios en los materiales y minerales como el estaño, cobre, aluminio, níquel y cobalto han aumentado entre un 20% y un 90% en el año 2021. Estos minerales, indispensables para la sustitución energética del petróleo, gas y carbón, son usados en la fabricación de aerogeneradores y celdas fotovoltaicas. El Acuerdo de París, suscrito por las principales potencias industriales del planeta, estima que, para cumplir con los objetivos propuestos, la demanda de estos materiales se multiplicará por cuatro en los próximos veinte años.
El mundo no se puede permitir el lujo de detener este proceso de transición energética, ya que de otra forma sufrirá, sin duda, lo que se llamaría la inflación climática, es decir, el aumento de los precios provocado por los efectos negativos del cambio climático, que afectará a los recursos, las infraestructuras y, en general, a las economías. A nadie le sorprenden estas consecuencias porque están a la vista los efectos de las sequías, el aumento del nivel de los océanos y mares a causa del deshielo, los efectos climatológicos extremos (calor y frío), las emisiones de gases de efecto invernadero (calentamiento global), el cambio en la conducta de las especies y cultivos, etc. Todo esto tiene un coste adicional y lo podemos incluir en lo que se conoce como inflación climática.
Adicionalmente, las inversiones en investigación para el desarrollo de fuentes de energía renovables, como por ejemplo el hidrógeno verde, han provocado un incremento adicional en los precios. Esta transición sin duda tiene un costo, pero como bien explicaba la experta Isabel Schnabel, del comité energético del Banco Europeo: “Acelerar la transición hacia energías renovables es innegociable. Es cierto que esta transición tiene un precio, pero es un precio que merece la pena pagar”. La misma experta, refiriéndose a la dependencia que tiene la UE del petróleo y gas de Rusia, declaraba que “hoy, nuestra dependencia de las energías fósiles no solo es un peligro para el planeta, sino que también es cada vez más una amenaza para la seguridad nacional y nuestros valores de libertad y democracia”.
Por todo lo aquí enumerado es necesario convertir la inflación verde en algo que debemos asumir como inevitable y trabajar para mitigar sus efectos negativos. Para ello es importante diseñar medidas como el impuesto al carbono, por ejemplo, para que suban los precios de combustibles fósiles y éstos se dejen de usar. Estos fondos se deben destinar también para subsidiar a las familias más vulnerables y para la investigación sobre energías renovables.