Para comenzar es importante entender que el 70% de nuestro planeta esta ocupado por los océanos. Además, los océanos albergan entre el 50% al 80% de la vida global, capturan casi el 30% del dióxido de carbono (CO₂) y actúa contra el aumento de las temperaturas. Los océanos controlan el clima, sin el cual la Tierra no sería `la templada Tierra´.
Uno de los hechos más importantes es que los océanos son claves para la disponibilidad alimentaria. La ONU advierte de que, en el año 2050, la civilización humana necesitará un 50% más de alimento para una población que superará los 9.000 millones de habitantes. Sabemos que hoy los recursos agrícolas y ganaderos ya están llegando a sus límites.
Es importante destacar que la acuicultura responsable es la que conecta la demanda gastronómica y la sostenibilidad de los recursos naturales. Solo en España, en el año 2021, se produjeron más de 327.300 toneladas de pesca. La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) atribuye a la acuicultura “un papel decisivo en el futuro de la alimentación y la lucha contra el hambre”, mientras que para la Unión Europea “forma parte de la economía azul engranada en la economía verde”.
La acuicultura se alinea con varios Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Es evidente que es hoy por hoy una “herramienta clave para garantizar la seguridad alimentaria con alimentos sostenibles, también el cuidado de los océanos y las fuentes hídricas, la protección de la biodiversidad y la vida submarina, la producción y el consumo responsables, el trabajo decente y el crecimiento económico.” Solo en España, esta actividad genera 14.000 puestos de trabajo directos y 40.000 indirectos, de acuerdo con los datos facilitados por el Instituto Español de Oceanografía (IEO).
Algo que se sabe muy poco es que la acuicultura produce alimentos que nos generan menos efectos negativos al planeta, como la emisión de CO2. Por ejemplo: el equivalente a un kilo de lubina no llega a 3 Kg de CO₂ mientras que un kilo de ternera supera los 29 kg de emisión de CO₂.
Así pues: ¡celebremos el Día Mundial de los Océanos y la Acuicultura!