Si partimos de la premisa que “el crecimiento del empleo a largo plazo es misión de las empresas privadas”, podemos decir que el rol del Estado es ayudar a que se instalen nuevas empresas y que las activas sean cada vez más rentables. Ahora bien, el motor de nuestra economía parece “constipado”, por decirlo suave.
Algunos de los datos que nos explican estos síntomas:
● Según datos de Eurostat y un informe de Cepyme (Confederación Española de la Pequeña y Mediana Empresa), el 61,5% de las empresas creadas en España no superan los 5 años de vida.
● El tejido empresarial en España está formado por microempresas de menos de 10 trabajadores y representan el 94,4% del total.
● Las empresas españolas son menos productivas y menos competitivas, lo que afecta negativamente a la productividad del país.
● Según Eurostat, un 25,7% de las nuevas empresas en España desaparecen en el primer año de su creación.
● Portugal, Holanda, Alemania y Francia tienen tasas de supervivencia más altas durante los primeros cinco años de vida de una empresa.
● Cepyme señala que la burocracia española no favorece el desarrollo empresarial.
● La fiscalización excesiva y el excesivo control son barreras para el crecimiento y la sostenibilidad de las nuevas empresas.
● La tasa de mortalidad empresarial en España es del 9,2%, una cifra superior a la de países como Italia, Alemania y Portugal.
● La esperanza de vida de las empresas españolas es de 11 años, menor que la media europea que tiene 19,6 años.
Es evidente que el sector empresarial español necesita estrategias y políticas que apoyen la sostenibilidad y el crecimiento empresarial a largo plazo. El estado debe velar por generar el mayor bien a sus ciudadanos, lo que significa incrementar el trabajo sostenible y productivo.