Europa es un gran consumidor de langostinos, especialmente de las especies Litopenaeus Vannamei y Monodon, provenientes de cultivo en estanques de Asia y Latinoamérica. La mayoría de este producto se importa a través de empresas procesadoras europeas donde se distribuye en formatos crudos o cocidos, frescos (refrigerados) o congelados.
Son muchos los esfuerzos que se están haciendo para procurar producir esta especie en Europa mediante sistemas cerrados de recirculación de agua, también conocidos como RAS. La idea es producir un langostino que se pueda vender en mercados premium donde el producto llegue fresco (en algunos casos vivos) y que como máximo haya sido sometido a una sola congelación. En España tenemos un caso muy llamativo en un pueblo castellano y leonés, Medina del Campo (Valladolid), donde la empresa de Noray produce y comercializa con la marca Gamba Natural un “langostino fresco y sostenible”. La verdad es que con esta experiencia se ha perdido mucho dinero porque no ha logrado posicionar en 8 años un langostino con un precio de mercado 4 ó 5 veces más alto que los competidores que comercializan productos de Latinoamérica o Asia. La calidad del producto de Noray es muy bueno, lo que se hace complejo es pagar ese excedente o premium por una especie que cada día baja su precio en los mercados internacionales, en vista de que la producción crece de forma exponencial. Solo hace 10 años Ecuador exportaba 400 mil toneladas y en el 2023 exportó más de 1.2 millones de toneladas a los mercados europeos, asiáticos y americanos.
Tecnologías innovadoras como el Biofloc en invernaderos permite ampliar el periodo óptimo de producción a más de 6 meses al año sin necesidad de emplear calefacción, mejorando la calidad del agua, recirculando los nutrientes y minimizando desechos. Este mecanismo de producción es sostenible o amigable con el medio ambiente porque reduce la necesidad de intercambios de agua y reduce los riesgos sanitarios.
Estas iniciativas están bien enfocadas desde el punto de vista científico y medioambiental; sin embargo, los costes de inversión inicial y la necesidad de mano de obra especializada para gestionar estos sistemas todavía los hacen poco rentables. Muchos de estos proyectos arrancan con el apoyo de iniciativas gubernamentales o fondos europeos destinados a mitigar efectos medioambientales, pero luego son pocos los mercados sofisticados que están dispuestos a pagar una prima de 4 ó 5 veces su valor, que justifique estos proyectos.