Ecuador mantiene la lucha por seguir dominando la industria del langostino, a pesar de tener que enfrentar derechos antidumping y compensatorios de los EE.UU., o el cambio al cultivo del langostino tigre (Black Tiger) por parte de una de las principales provincias productoras de langostino de la India. Vietnam y Tailandia fueron los únicos productores de langostino que notaron un aumento en las exportaciones en abril, según recogió la newsletter de Ken Salzinger.
Son curiosas las contradicciones de algunos congresistas en EE.UU. cuando hablan de la industria de langostinos de ese país, como podemos apreciar en un artículo de opinión sobre la industria de langostinos firmado por un congresista de Texas, donde afirma que los productores de langostinos estadounidenses no pueden sobrevivir en el entorno actual con mayores costos de combustible, inflación y, sobre todo, la afluencia de langostinos extranjeros. El gobierno, con el apoyo de una comisión bipartidista ha conseguido una ley que promulga los derechos antidumping y compensatorios, más recientemente contra Ecuador, India e Indonesia. Afirma, sin ningún fundamento que se “han usado dólares de los contribuyentes para financiar operaciones extranjeros de venta de langostinos en todo el mundo, lo que ha contribuido a la devastación de la industria del sector estadounidense”. Continúa diciendo que “los langostinos importados pueden contener bacterias peligrosas, antibióticos y residuos de medicamentos y la FDA analiza menos del 1% de los langostinos importados. Por otro lado, el langostino silvestre de EE. UU. ofrece las opciones más saludables, seguras y frescas para el consumidor”. De esta manera justifica una legislación titulada Ley “Salvemos Nuestros Camarones”, que prohibiría que los dólares de los contribuyentes federales subsidien las granjas de langostinos extranjeros, el procesamiento de langostinos o cualquier actividad en un país extranjero que apoye la producción, el procesamiento o la exportación de langostinos a los mercados estadounidenses. Aparentemente este congresista tomó una página del manual de la SSA.
En serio, si no hubiera langostinos extranjeros, tendríamos que depender de lo que los pescadores de langostinos capturan en el Golfo y a lo largo de la costa sureste. ¿Cuáles son estos números en comparación con lo que importamos? ¿Serían los langostinos el principal marisco consumido en Estados Unidos sin langostinos importados? Sólo piense en lo que tendría que pagar por medio kilo de langostinos sin el producto criado en granjas que importamos. Al mismo tiempo, no parece reconocer que se hayan aplicado derechos antidumping y compensatorios desde principios de este siglo y que el gobierno ha recaudado millones de dólares que supuestamente iban a parar a los recolectores y procesadores. Si bien entiendo que este congresista sirve a un distrito que limita parcialmente con el Golfo de México y, por lo tanto, hay un sesgo en sus afirmaciones, tampoco está siendo totalmente objetivo. ¿Por qué no se ha establecido un subcomité en el Congreso que pueda explorar todos los caprichos asociados con el langostino en este país, en lugar de aceptar un lado del rompecabezas?