El consumo de productos del mar en España ha experimentado una disminución significativa en la última década, con una reducción del 34,34% en pescado fresco y 36,33% en pescado congelado, según datos oficiales. Mientras algunas especies de cultivo como el salmón o el rodaballo mantienen su demanda, la caída generalizada preocupa al sector.
A pesar de que nunca antes se habían certificado tantas pesquerías y flotas bajo sellos como MSC (Marine Stewardship Council) y ASC (Aquaculture Stewardship Council), el consumo sigue bajando. Estas certificaciones, aunque orientadas a la sostenibilidad, imponen condiciones estrictas que han generado dificultades económicas para productores y flotas. Paradójicamente, donde más se adoptan estos sellos el consumo parece caer con mayor fuerza.
Es importante entender la necesidad de una mayor transparencia por parte de estas certificaciones, instando a que se comuniquen abiertamente sus ingresos y estructura financiera para que consumidores y `stakeholders´ comprendan su impacto. Además, resalta la importancia de garantizar que las familias con menores y personas mayores tengan acceso a una alimentación saludable y asequible, evitando que el consumo de pescado se convierta en un lujo, en lugar de un derecho.
Debemos reflexionar sobre si el modelo actual de certificación está alejando el consumo de las clases medias y populares, en lugar de fomentarlo. Se hace un llamamiento a las cadenas de distribución para evaluar los efectos de estas políticas y buscar soluciones para revertir la caída en el consumo.
Cepesca y Conxemar, de la mano de su secretario general y presidente, Javier Garat y Eloy García, respectivamente, han activado una campaña que impulse el consumo, por razones económicas (trabajo en sectores rurales o pesqueros) y de salud. Adicionalmente, tenemos enfrente un problema de relevo generacional al no generar incentivos para que los jóvenes se dediquen a esta actividad que implica grandes sacrificios.