En los últimos años, el consumo de mariscos en el sur de Europa ha experimentado importantes transformaciones. Aunque países como España y Portugal tienen una fuerte tradición marinera, los hábitos alimentarios están cambiando, y el langostino, uno de los productos estrella del mar, no es ajeno a esta evolución.
España y Portugal: tradición y cambio
España, uno de los grandes consumidores históricos de marisco, ha visto disminuir su consumo per cápita en las últimas dos décadas. En 2003, cada español comía de media 27,8 kilos de mariscos al año. En 2024, esa cifra se ha reducido a 17,9 kg. Dentro de esa tendencia, destaca la caída en el consumo de gambas y langostinos en los hogares: de 90,6 millones de kilos en 2020 a 78 millones en 2023, lo que supone una reducción del 13,9 %. Factores como el precio, las nuevas formas de alimentación o la búsqueda de opciones más sostenibles están influyendo en esta bajada.
Portugal, en cambio, mantiene su fuerte vínculo con el mar en la cocina. Aunque no se dispone de cifras exactas del consumo de langostinos, el marisco sigue siendo protagonista en la dieta portuguesa. El país se consolida como un mercado importante para los langostinos exportados desde España, lo que lo convierte en un socio clave del sector.
Francia e Italia: grandes importadores, gustos diversos
Francia se posiciona como uno de los principales compradores de langostinos en Europa. En 2023, importó por valor de 131 millones de dólares, principalmente desde Países Bajos, Vietnam y también desde España, que ha ganado protagonismo como proveedor. Además, Francia exporta langostinos procesados a países como Alemania, Bélgica e Italia, con ventas que alcanzaron los 58,7 millones de dólares.
Italia, por su parte, mantiene un gusto firme por el langostino argentino, que representa el 10 % de las exportaciones de esta variedad. Sin embargo, el consumo interno ha empezado a moderarse. La razón: una inclinación creciente hacia productos más asequibles y de menor valor añadido, en un contexto de inflación y cambios en las prioridades del consumidor.
¿Qué esperar en el futuro?
Aunque el consumo general de mariscos ha bajado en varios países, los langostinos siguen teniendo un lugar destacado en la dieta y el comercio europeo. Las nuevas generaciones de consumidores valoran más que nunca la sostenibilidad, la trazabilidad y la calidad del producto. Esto abre oportunidades para productores y exportadores que apuesten por prácticas responsables y formatos innovadores.
Los langostinos no solo seguirán presentes en nuestras mesas, sino que podrían ganar relevancia si logran adaptarse a estas nuevas exigencias del mercado.